Y Morante desbordó La México...
Después de muchos días de petardo taquillero Insurgentes se
llenó de un embrujo desbordante del que sólo Morante es capaz.
Todo
estaba preparado para el cuarto de la tarde, Peregrino de nombre, que saltó al
albero para reunirse con Morante, convertido esta vez sí en el Mesías del
toreo.
Lo recibió Morante con chicuelinas en el tercio. De esas lentas, eternas
y de mentón encajado en el pecho.
Tomen asiento, esto acaba de empezar. Hay mucho
escrito sobre la faena, pero yo me quiero quedar con el duende que desbordó La
México, ese “algo” que tiene Morante que, cuando le sale, invade el aire y todo
el tendido se queda ensimismado, toreando en el cemento, girando la cintura,
incluso bajando la mano, y sacando un olé de lo más hondo del pecho.
Ahí donde
se clava la barbilla. Ahí donde se ve a los toreros. No se puede torear mejor. Tandas
por la derecha sublimes. De esas tardes que Morante brilla.
No quiero hacer una crónica, de esas hay muchas, sólo quiero
expresar en estas líneas, que si el toreo es grandeza, sensibilidad, emoción y pasión, ayer se vio
el toreo con mayúsculas. Y si hay alguien que no se dejó llevar por esos pases
lentos y “encajaos” es que no tiene sangre en las venas.
Tomen asiento, y disfruten del vídeo, (pero no se lo pierdan
lo mejor llega a partir del minuto 5).
Mucho arte de Morante en Méjico.
ResponderEliminarFue una tarde de las que se ve que tenía "ganas".