Casta y bravura pilares de la tauromaquia.
Casta, bravura, nobleza, durabilidad, motor, fiereza,
recorrido, fondo, ritmo… y demás palabras y palabros que unas veces se usan con
desconocimiento de su significado real, a la ligera, y otras por intentar hacer
más entendible ciertos comportamientos o aptitudes del toro de lidia.
Hoy voy a describir en mi modesta opinión, el significado de
dos de estos términos de la manera más gráfica y clara posible utilizando
incluso su semejanza con términos que se aplican a las personas. Perdón por las
blasfemias que pueda hoy plasmar en este humilde medio, pero con este artículo
intento, además ser de ayuda para aquellos que no tienen muy claro qué se quiere
decir cuando se emplean estos vocablos, muchas veces utilizados sin rigor. Empezaré
por el principio de todo: La Casta.
La casta es la capacidad del toro de sobreponerse al castigo
cuando se ve amenazado y se le planta batalla. Hablando en términos humanos se parecería
al orgullo o al amor propio, es decir aquella “rebeldía interior” que a uno le
hace reaccionar ante una agresión, por ejemplo.
Demos una vuelta de tuerca más. Un toro, teniendo casta,
puede además ser manso o bravo, canalizar ese amor propio, u orgullo, hacia una
pelea reactiva, como si a una persona se le taparan los ojos e intentara
defenderse soltando guantazos al aire, sin ton ni son, enrabietado, violento
(en el caso de la mansedumbre), o bien externalizar esa casta hacia la bravura.
¿Pero qué es la Bravura?
La bravura es la capacidad de pelea (de encarar la batalla)
del toro que le hace luchar buscando la victoria hasta el final. De esto se
deduce que la bravura nunca existe sin casta. Un toro descastado no podrá ser
bravo. La bravura se podría entender como la valentía de las personas. Y siguiendo
el símil, una persona sin orgullo, sin amor propio, no puede ser valiente.
Un toro manso, si además está encastado, reacciona de forma
imprevista, se niega a ser vencido, pero no presenta una pelea certera, sólo
busca que no le molesten dando cabezazos (gañafones) distrae la mirada, huyendo
el conflicto, intentando quitarse la muleta de encima, como un niño mimado que
entre rabioso y lloroso no deja de decir “déjame en paz” mientras patalea berreando
(esto me ha salido sin pensar…en fin…). Por cierto, hay faenas exitosas (quiero
decir, en las que se cortan orejas) con toros encastados y mansos, donde la
emoción la pone el matador al obviar los defectos del animal y arrimarse
ciegamente buscando el triunfo. Triunfo que llega tras intentar templar las
embestidas inciertas y violentas del animal.
Si un toro manso, además es descastado, en fin… no sabría
por dónde empezar… huye clamorosamente se va a la otra punta de la plaza…hay
correr tras él…en fin, una pena. Con él nada se puede hacer y aparecen caras de
resignación entre los asistentes.
Un toro bravo, por tanto encastado, quiere pelear en el
caballo, mete los riñones, empuja fija y decididamente a su oponente, sin
rendirse. En la muleta se muestra desafiante, fijo en su objetivo, queriendo
comerse la muleta, siempre empujando hacia adelante, peleando hasta el final,
repitiendo en sus embestidas, luchando sin temor.
Espero haber sido de ayuda para aquellos que no saben qué
significan estos dos términos. Sé que es un tema en el que todos tenemos una
idea de bravura y casta, si bien creo que he intentado ajustarme a su
significado real. Es un tema delicado, porque en tauromaquia dos y dos casi
nunca son cuatro, e intentar acotar estos términos, o encasillar ciertos
comportamientos obliga a correr el grave riesgo de equivocarse, incluso
observando al toro desde que sale de chiqueros, momento en el que empieza a mostrar detalles de lo que puede ser su comportamiento, que es lo que hay que hacer, y
dejar tranquila la pamela, los canapés o los mini prismáticos buscando caras mediáticas
en barrera.
Bueno, hasta entrar en debates más profundos, que siempre
están abiertos mientras se guarde el respeto al de enfrente, diga casta y
bravura.
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