Balañá aculado en tablas. De momento.
Este hombre ha decidido ‘no organizar de momento corridas de toros en La Monumental de Barcelona’.
De momento ¿no?.
Tenga agallas, que es usted ya muy mayor para andar con estas
tibiezas. Diga lo que piensa, diga que le interesa más otro negocio. Que le
gusta rebozarse y chapotear entre los halagos traicioneros de intereses políticos y, por tanto, económicos. Dígalo, hombre.
Dice Balañá con el
eco que se produce al hablar sin salir de la cueva, que esta decisión ‘atiende
tanto a consideraciones jurídicas como sociales y políticas que no se valoran’.
Veamos. Analicemos
las consideraciones:
Jurídicas: los toros
no están prohibidos. ¿A qué razones jurídicas se refiere?. Hoy se podrían dar toros. Son LEGALES
señor.
Sociales: ¿sociales?
No lo entiendo. Se dan toros, el que quiera va y el que no, no va. ¿Quién es
usted para adueñarse de la realidad social de sus vecinos?.
Políticas: ahí está
el tema gordo. Premio va, premio viene, y no conviene enfadar al patrón, no sea
que me corte el grifo de otro negociete. Qué pena.
Qué pena, ser
empresario, dar trabajo a la gente, activar la economía de la sociedad, tirar
adelante día a día, ¿para qué?. Pues para echarlo todo por la borda vendiéndose
al mejor postor. Ay Balañá, ¿a qué es debido esa cobardía?
La plaza es suya, usted
puede no abrirla si no quiere, pero sea valiente, diga que no la abre porque no
se atreve a enfrentarse al tejido político catalán. Diga que no la abre porque tiene miedo. MIEDO.
Dígalo y duerma tranquilo.
Deje de esconderse de la sombra que fue y que hoy le come por los pies.
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