El listón va cayendo

He visto todas las corridas y novilladas de Valencia y ya no puedo más. Da la sensación de que el listón de exigencia de una plaza como la valenciana, de primera categoría, que presume de ser “la primera de primera”, y levanta la bandera de la defensa de la tauromaquia, está por los suelos. Igual soy yo que cuantos más toros veo más me alejo del gusto ñoño, dulcificado, maternal y buenista del grueso del público, pero hay cosas que están fuera de toda interpretación.

Me explico. No entro en juzgar con qué se emociona cada cual, parto de la premisa que sin emoción no hay nada. No se pueden dar orejas por pena hacia el torero. El torero debe ser exigido y valorado en función de su actuación, pero nunca por pena. He visto vueltas al ruedo en las que el diestro no ha paseado la oreja por vergüenza torera.

No se pueden dar orejas después de dos pinchazos en una plaza de primera. Hay listones que no se pueden bajar.

No se pueden premiar faenas en las que el torero se lleva al callejón el vestido impoluto, como recién sacado del sastre. Debe haber ceñimiento en las faenas. Hay vestidos que ni se manchan de la sangre del toro, y se premia la faena. ¿Esto qué es?


No se puede indultar un toro que no se ha picado. El indulto es el premio al toro cuya bravura debe salvaguardarse y fijarse en la descendencia. La bravura.

Y toda esta reflexión en voz baja me lleva a la conclusión que hoy se echan toros que sin ser bravos son muy nobles, arrastran el hocico, pero no transmiten. Y se cortan sus orejas. Desde aquí digo que esas actuaciones vacían los tendidos, al premiarse desde el aburrimiento.

Algún día hablaré del daño que está haciendo la nobleza como única facultad del toro bravo. Qué curioso, no?, no se habla del “toro noble”, ni del “toro andarín”, sino del “toro Bravo”, y del “toro de lidia”, no de baile.

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