El torito Ferdinand quiere ser tu amiguito
Hemos visto hablar a peces, gusanos, coches, aviones,
caracoles, perros, gatos y toda clase de animales de la creación que adquieren,
como por arte de magia, la terminación “ito” o “cito”. El máximo exponente,
tras el rey león, es Bambi. Engendro conocido
por todos.
Lo que nos faltaba por ver a nuestra generación es la
historia de un toro (torito) que quiere
tener amigos (amiguitos) en vez de pelear en la plaza (esta no se torna en
placita).
No conocemos nada más que el tráiler, pero todo apunta a que
la película queda muy lejos de reflejar
la vida real del toro bravo, y sobre todo, de mostrar su categoría de semidiós.
Me queda la gran duda de si los papás (que no padres) que lleven a sus hijos (ahora llamados enanos
o peques) a los cines, serán capaces de explicar que el toro es criado para el
fin último de su lucha en la plaza, y que no
es una gallina (gallinita) tal y como parece que es presentado en el tráiler, completando
la espiral fatal del “ñoño el padre,
ñoño el hijo”.
Los niños se tragarán este insulto al toro bravo, saldrán del cine sin saber de los cuidados
que recibe, ni del respeto que se le tiene, y me temo que si de casualidad ven
imágenes de una corrida de toros espetarán
entre pucheros un “mira papá como Ferdinad, pobreciiitoooo”. A lo que el papá
no sabrá qué responder…Y a la mierda el toro bravo.
No nos tomemos esto como algo menor. Es otro ataque más. Y va
directo a los cines y salones de las
casas, que cada vez están más alejadas del mundo rural, y más cerca de la
ñoñería padre.
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