Morante. Equilibrio inestable.
Son ya muchas las veces que he escuchado, que para ver a Morante
hay que pagar 100 entradas. Y lamentablemente soy de la misma opinión. Con él
he saltado emocionado del tendido, y le he abroncado con toda mi fuerza, ante
la decepción de las expectativas depositadas.

Pero las entradas no son baratas y qué menos que exigir a los toreros entrega y predisposición.
Morante ha declarado hace pocas fechas que “No hay tarde en la que no piense en
retirarme, pero no hay noche en la que no sueñe con el toreo”. En esta
tempestad anímica permanente no es de extrañar que nadie sepa si la tarde
acabará con broncón o con majestuosidad.
En Morante se deben alinear los astros
de su predisposición, su estado anímico, la docilidad del toro, la maternidad
del público, que no llueva, que no haga frío, ni demasiado calor…y que entre la
espada sin aliviarse vergonzosamente. Sólo así se conseguiría una plasticidad
única. Sí, plasticidad.
En estos días en los que aparece revoloteando el centro
de Madrid, me paro a pensar en cuales de las anteriores circunstancias se
darían en Las Ventas en una hipotética aparición en San Isidro (cuento con que
el albero se alisará a nivel, sólo pido que no llueva). No lo veo. Morante no
es torero de Madrid. Ha hecho ya muchas espantadas para no venir. La gente le
espera. Presiento bronca por habernos negado. Las Ventas son más que la
pendiente del albero.
En todo caso, recuerdo una media verónica en Sevilla y
otra en Valladolid, que todavía no han terminado, qué despaciosidad y qué
bonitas. Espero que los Zalduendos, que ya saben cómo se las gasta el diestro,
den el do de pecho en Las Ventas, y transmitan emoción al tendido. Si no es así
lo tiene difícil. A Las Ventas no se va a ver cuadros.
Se va a emocionarse. Madrid
no es Sevilla.
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